Para pens@r

Para concluir, se puede vislumbrar que nos encontramos ante un problema incipiente y partiendo de esa base las soluciones posibles aún dejan mucho que desear. Analizar a modo de conclusión nos lleva al menos sobre tres grandes ítems sobre los cuales hacer hincapié:

1. La responsabilidad de los productores de tecnología electrónica
2. El poco conocimiento que a nivel social existe sobre la problemática de los desechos tecnológicos
3. Las dificultades para el reciclaje de tales desechos

El avance de la tecnología electrónica no se toma respiro, es rápido y constante. No es secreto los ingresos que generan los capitales al servicio del desarrollo de la tecnología electrónica. Tampoco es secreto la gran cantidad de recursos,  no sólo económicos, que se destinan a la publicidad de tales tecnologías. Ni mucho menos la libertad con que las empresas se manejan, al punto tal que las normativas vigentes para el control de los desechos generados, son escasas o nulas. De tal modo no se obliga a las empresas a concientizar a los usuarios sobre cómo darle una utilidad más provechosa a los residuos tecnológicos, sobre el hábito del reciclaje o sobre cómo tales desechos repercuten sobre la salud y el medioambiente.

Este fenómeno lleva a que, a nivel social, el conocimiento sobre los desechos y la tecnología toda sea muy parcial (se conocen los pro, no las contras). Y aquí la responsabilidad no recae en su totalidad sobre los generadores de dichas tecnologías, aunque seguramente deberían ser los primeros en tomar medidas en el asunto. Las políticas gubernamentales, sin distinción de banderas políticas, han sido muy pobres y han corrido al problema desde muy atrás, nunca anticipándose.

Es de ese modo que los conocimientos que se generan sobre cómo darle una utilidad más saludable y no tan nociva a los desechos tecnológicos, sobre dónde y cómo reciclarlos, son muy pobres y es allí donde se debe atacar con ímpetu, más allá de los intentos legislativos por regular el empleo y el desecho de tales aparatos.

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